Maldonado al frente del Fuenlabrada. ACB-PHOTO |
La clave del éxito de Lisandro Hernández en la presidencia del Gran Canaria durante 18 años fue la credibilidad y respaldo a cada uno de sus entrenadores
Juan Pedro Borrego
“Maldonado es nuestro entrenador por contrato y por convicción”. Esas fueron las palabras de Lisandro Hernández en marzo de 2008. Su técnico era fuertemente cuestionado por algunos sectores de la prensa. El presidente del CB Gran Canaria salió a la palestra en defensa de su técnico en una temporada en la que el ‘pésimo’ resultado fue quedar noveno en la Liga y clasificarse para la Eurocopa del año siguiente. El dirigente amarillo fue fiel a su filosofía, la que le hizo tener durante 18 años al frente del club sólo a tres entrenadores en la máxima categoría, aunque uno de ellos, Pedro Martínez, cumpliera dos etapas; y otros dos preparadores en la Primera división. En ningún caso hubo destitución en la ACB. Aquella decisión de 2008 le permitió a Maldonado llevar la temporada siguiente al Gran Canaria al sexto puesto de la Liga y a disputar la sexta Copa del Rey. El acto de fe del presidente propició sus frutos en el futuro.
Vivir al margen de las interpretaciones externas; reforzar la posición de fuerza del máximo responsable de la plantilla y asumir el fracaso final en caso que se diese fueron las virtudes que encumbraron a Lisandro Hernández como el gestor que presidió los mejores momentos deportivos del Gran Canaria. El dirigente amarillo pudo tener debates internos con el grupo de trabajo, pero era conocedor de que se debían tomar decisiones responsables y tener una actitud que estuviera por encima de cualquier crítica fácil e irracional. El gobierno de un club sólo es titularidad de sus administradores.
Maldonado no fue la única cabeza de turco que pudo haber rodado en esos 18 años de presidencia de Lisandro. Antes que él, el propio Manuel Hussein, el entrenador que más tiempo ha permanecido al frente del equipo de manera continuada en la historia del club, recibió el respeto máximo y el respaldo presidencial de Hernández. Después de haber firmado cursos históricos como el de 1999-2000 en el que por primera vez el Gran Canaria jugaba una fase final de la Copa del Rey y un play off por el título, en la campaña 2001-2002, la dirección del técnico amarillo cayó en un bache muy profundo.
En aquella temporada, el Granca llegó a estar contra las cuerdas en la clasificación. Sumó una racha nefasta de nueve derrotas en diez partidos entre las jornadas 23ª y 32ª. Fue el año más desquiciante para la secretaría técnica. Husseín llegó a utilizar hasta 19 jugadores, el número más elevado que ha empleado el Gran Canaria en cualquiera de sus temporadas en la ACB. El desbarajuste en el vestuario era inmenso. Espósito y Jaumín, las estrellas salvadoras de los amarillos en ese curso eran un verdadero dolor de cabeza para el resto de la plantilla. Pero las artimañas de los veteranos no surtieron el efecto buscado. Lisandro mantuvo la mano firme, y los cambios llegaron cuando debieron. El criterio, siempre razonado, y la firmeza en su aplicación son las claves del éxito de cualquier proyecto. Y Lisandro, en esto, fue un maestro.
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